Estas son algunas de las historias que el grupo de voluntarios de Solidarios para el Desarrollo nos encontramos cada semana en nuestras rutas.
Los voluntarios de Solidarios (www.solidarios.org.es) salimos cada semana a hablar con personas sin hogar, a escuchar, a aprender, a darles un café o un caldo pero, sobre todo, a compartir un trocito de sus vidas, de quienes son, de quienes fueron y de lo que un día serán. Es un grupo de gente muy especial, muy heterogéneo y, cada uno de ellos, con una historia conmovedora detrás.
No intentamos solucionarles los problemas, no podríamos aunque quisiéramos (si los problemas de las personas sin hogar fueran de fácil solución seguramente ya la habrían encontrado ellos mismos). Por desgracia no tenemos la varita mágica para arreglar el mundo, pero sí que tenemos la capacidad de escuchar, de compartir, de repartir sonrisas y así cambiar por un momento el mundo de aquellos con los que estamos.
Me acerqué a Solidarios pensando en dar y, sin saberlo, terminé recibiendo mucho más de lo que di. Ahora mi compromiso se ha convertido en una necesidad. Si una semana no puedo salir de ruta me faltan, los echo de menos y termino buscando una alternativa para poder salir. Podría decir que se han convertido en una parte importante de mi vida, de quien soy, al igual que yo espero haberme convertido, aunque sea un poquito, en parte de la suya. Me emociona ver que saben mi nombre y recuerdan las cosas personales que he compartido, al igual que yo recuerdo las suyas.
En las rutas siempre me acompañan otros voluntarios. Aunque mis días de ruta son los martes, a veces cambio de día. Martes, miércoles, jueves, lo que dicten el trabajo y los viajes; así también puedo conocer al resto de voluntarios, que nunca dejan de sorprenderme y a quienes admiro profundamente.
Empecé rotando por distintas rutas pero terminé quedándome en la zona de Colón. Una de las cosas que más me impresiona de esta ruta es precisamente su ubicación. A escasos 50 metros de donde trabajo viven tantas personas sin hogar que al principio me costaba creerlo.
Personas como tú y como yo, con sus sueños e ilusiones, con sus días buenos y días no tan buenos, con su carácter, con su pasado, con su presente y con la esperanza de un futuro. Personas que seguramente me crucé mil veces por la calle, en el camino de casa a la oficina, y a quienes ni siquiera me paré a mirar. Personas que habían sido transparentes para mí hasta el día que salí a la calle llevando un termo y una sonrisa y aparcando por un rato tantos prejuicios que me impiden ver el mundo como realmente es. Ojalá un día pueda desprenderme de ellos para siempre…
A lo largo de las semanas y los meses he podido compartir muchas historias con ellos. Los he visto llegar y los he visto marchar, algunos de ellos por desgracia para siempre. He podido compartido sus recuerdos, sus chistes, sus penas, sus historias de amor y desamor… con ellos he reído y he tenido que contener las lágrimas, unas veces de impotencia, otras de frustración, intentando mantener esa distancia cercana, esa cercanía distante que marca nuestra relación.
Poco a poco nos vamos encariñando. Y cómo no iba a ocurrir, si son gente adorable. Cada uno en su manera y estilo, se convierten en gente muy importante en nuestras vidas. Cada uno, con su nombre y apellido, con su historia particular, se va haciendo un lugar en nuestro corazoncito.
Hasta el punto en que se les echa mucho de menos cuando se van. Algunos a un piso, otros encuentran trabajo, otros simplemente se desvanecen, a veces vuelven a aparecer y a veces no, y otros se van para siempre sin más, en una noche lluviosa, solos y entre cartones, tan silenciosos como llegaron.
Todos tienen un nombre, una cara y una realidad muy personal y muy importante para mí. Aquí me gustaría contar algunas de las historias que ellos compartieron conmigo, para que, al igual que me ocurrió a mí, tengan un nombre para vosotros también, para que, cada vez que paséis junto a uno, os preguntéis si será Salvador, Alfonso, Antonio, Julio… Cada persona sin hogar que te cruces tiene una historia personal detrás, en la mayoría de los casos llena de pruebas duras de la vida.
Y es que no se termina en la calle de un día para otro, ni se busca, ni se desea. Es una especie de espiral, un círculo vicioso al que se llega poco a poco, sin apenas darse cuenta uno y del que es muy complicado salir. Me encanta preguntarles a los niños qué quieren ser de mayores, por la ilusión y la energía que desprenden al compartir sus sueños. Sabéis?, jamás uno me ha contestado que de mayor quiera ser “una persona sin hogar”.
No, todos ellos un día fueron niños, con sus sueños, esperanzas e ilusiones. Todos ellos lucharon por tener una oportunidad en la vida, como hacemos todos. Pero quizás tuvieron menos suerte y un día se les torcieron sus sueños.
Si una cosa he aprendido es que nadie es infalible. Por muy fuertes que creamos ser, por muchas herramientas con las que creamos contar, al final nuestra vida está asentada sobre varios pilares que, por algún motivo, consideramos indestructibles y eternos, pero que no lo son.
Cualquier día, por las circunstancias que sean, provocadas o puramente aleatorias, nuestros pilares de salud, familia, red social, trabajo… pueden desmoronarse. Y entonces usaremos todos los recursos a nuestro alcance para reconstruirlos, de la mejor manera que podamos y sepamos
Pero qué ocurre cuando se te desmoronan varios a la vez? Cuando los reconstruyes y se te vuelven a desmoronar? Cuando pierdes el control y no puedes entender por qué las cosas más importantes en tu vida desaparecen mientras observas con impotencia? De pronto quedas indefenso ante una realidad que no puedes abarcar y que te supera.
Estoy muy convencida de que todos tenemos un límite, por muy luchadores que nos consideremos. Puedes luchar, puedes rebelarte, puedes negarte a aceptar la realidad, pero hay un número determinado de golpes que puedes aguantar. Cada persona con su límite, pero una vez superado quedas indefenso, ante la vida, ante la muerte, en un limbo del que es muy difícil salir.
Y entonces, qué recurso te queda? El abandono? La rabia? El resentimiento? La resignación? La indiferencia? Una agria mezcla de todo? No podéis imaginar lo que admiro el carácter de algunas de las personas sin hogar que he conocido. A pesar de todo lo que han vivido no pierden la sonrisa y el sentido del humor. Se preocupan por los demás, se interesan, mantienen un ancla en el mundo…
En otras ocasiones la calle se traduce en aislamiento social, problemas mentales, bebida, drogadicción… Significa eso que las personas sin hogar sean delincuentes y drogadictos? En absoluto! Es una minoría la que es dependiente de las drogas o el alcohol (al igual que ocurre, por desgracia entre los “con techo”).
Pero además, quién soy yo para juzgar? Qué derecho tengo a opinar? Acaso sé cómo sería mi vida si me hubiera ocurrido la mitad de lo que les ha ocurrido a ellos? Es muy fácil hablar desde la barrera pero a menudo me pregunto si tendría la fuerza interior y el valor para levantarme cada día si la vida me diera los golpes que les ha dado a muchos de ellos.
Y por eso, no puedo más que admirarlos, sonreír y querer compartir su vida. Darles el cariño que tanto merecen y que tantas veces les ha sido negado.
Me cuesta olvidar algunos momentos que he vivido en estas largas noches de invierno haciendo mi ruta. Por ejemplo, intentando convencer al Comandante Carlos, colombiano exguerrillero, para que no beba. “Comandante! No habíamos quedado en que nada más de bebida. Sabes que esto no te hace ningún bien”. Entonces el Comandante fijó sus ojos en los míos y me dijo “Mi niña, tú tienes una familia, tienes amigos, tienes una vida por la que luchar. Mírame, estoy solo en el mundo, no me queda nada. A quién le importa si bebo y me emborracho”. Cómo explicarle que merece la pena vivir sin beber, que hay un mundo estupendo ahí afuera, que no todo el mundo es malo y que es un placer escuchar su risa cuando está menos borracho.
Me gustaría dividir esta parte de “mi cuadernito” en varios apartados:
– Frases y momentos para recordar
– Protagonistas de la calle: https://elrincondepaula.wordpress.com/proyectos/solidarios/protagonistas-de-la-calle/
Cada semana espero poder contar más y más historias, alegres y tristes, de cada uno de los protagonistas, y los momentos más especiales que he compartido con ellos.
Me dejaste impresionada con esas bellas historias que llenan el alma, cada palabra que dijiste me tocó el corazón y me llenó de alegría y comprensión, por cada uno de esos seres que estan fuera de sus hogares y solos. Nunca me había detenido a pensar en sus sentiemintos y me he sentido como una completa miserable al no haberlo hecho, el sufriemiento que ellos tienen que cargar y la soledad que les atormenta es enorme. Me encantaría ayudar, lastimosamente soy de ecuador 😦 si solidarios se encuentra en mi pais porfavor avisame, quisiera hacer de esto un movimiento internacional.
Paula, mis respetos.
Te felicito y te mando un abrazo
Maya.
Maya! Muchísimas gracias por leerme y por tus palabras. Para mí es un honor poder compartir las historias que me llenan y que a otras personas les puedan inspirar para encontrar su manera de ayudar. Y además es increíble que llegue hasta Ecuador!
Solidarios como organización no está en Ecuador pero seguro que hay otras ONGs que hacen cosas parecidas. Personas sin hogar, por desgracia, hay prácticamente en cualquier parte del mundo, y terminan vagando por las calles, haciendo que todos perdamos la oportunidad de conocer y aprovechar todo su potencial.
Otras formas increíbles de involucrarse y ayudar en Ecuador es a través de instituciones que trabajan con niños de la calle (yo pasé un tiempo como voluntaria en una en Bolivia y me cambió la forma de ver el mundo) y de instituciones que ayudan a familias desestructuradas. Es un drama que no podemos ignorar, tantos niños que se quedan sin su oportunidad en la vida porque no tuvieron la suerte de nacer en una familia que se preocupó por su educación y desarrollo como personas.
Quién sabe todo lo que pueden ayudar a Ecuador esos niños que hoy día no tienen ninguna esperanza. Sólo necesitan que alguien como tú, como yo, como cualquiera les dé un pequeño empujón que los devuelva al camino de la educación del que nunca debieron salir.
Me encantaría seguir en contacto y compartir experiencias.
Un saludo y mil gracias de nuevo por leerme!